RESPUESTA A LIBNI. EL BIG BANG Y DIOS.
Rafael Ariza
Veo un comentario al articulo "El Big Bang y Dios", firmado por Libni. Este artículo era a su vez respuesta a otro de Fernando Iñigo publicado en Aragon Liberal, así que bien estará añadir un eslabón más a la cadena, eso es comunicación.
El comentarista viene a decir que él puede afirmar que el Big Bang no existe y que el Universo fue creado por Dios, que creó todo lo que se halla a nuestro alrededor. Por supuesto que puedes afirmarlo, lo que pasa es que toda afirmación necesita un razonamiento que la apoye, eso para pretender ser algo más que, en el mejor de los casos, la expresión de un deseo, y en el peor, una imposición. Por supuesto, eso no significa que una afirmación sin apoyo razonado no pueda ser cierta, pero tampoco significa, me temo, con el mismo grado de probabilidad, que no pueda ser falsa.
Así las cosas, no queda otro remedio que incarle el diente al comentario y al tema planteado que es ciertamente duro de roer, lo máximo que podemos perder es el diente.
Si (si condicional) Dios creó el Universo, hace algo así como 15.000 millones de años, siendo ésta la edad que le viene a calcular la ciencia al Cosmos, habrá que admitir que no nos creó a nosotros, ni a los animales, ni a las plantas, ni a los planetas, ni a las galaxias, realidades que, evidentemente, surgieron mucho después, a lo largo de todo ese tiempo. Nosotros en concreto no existimos sino practicamente desde hace un ratito, casi nada, el fenómeno que llamamos vida hace un poco más, pero en todo caso una minucia en el largisimo periplo de las mareas de partículas chorreantes de energía. Así que, si Dios creó el Universo en el sentido que parece plantear el comentario, su acto de voluntad, consistió en poner en circulación una inmensa cantidad de particulas elementales que entrechocaban unas con otras enloquecidamente. Eso durante miles de millones de años. No parece que tenga mucho sentido como acto de creación.
Naturalmente, la más perfecta estructura creativa que ha generado éste Universo, el cerebro humano ha sido capaz de salvar el absurdo. Para ello ha recurrido a lo que se llama la creación contínua, se trata de que el acto de la creación fue el arranque del plan de Dios, que ha venido desarrollandose hasta hoy, y cuya finalidad era llegar al ser humano dotado de alma inmortal. Que en todos los sucesos, el Dios creador ha venido interviniendo activamente, hasta llegar al momento actual. Cada cosa que ha sucedido, cada intercambio de electrones entre dos átomos, cada despanzurramiento cósmico, cada suceso, es directamente reconducible a un acto de voluntad de Dios. Ahora bien, ante semejante panorama, podemos, legítimamente, parafrasear a Carl Sagan, que ante la cuestión de la existencia de vida más allá de la tierra, exclamó : si no es así ¡cuanto espacio desperdiciado!, y podemos decir nosotros, si la finalidad era crearnos a nosotros dando tan descomulales rodeos ¡cuanto tiempo desperdiciado!, ¡y cuantos vidas desperdiciadas, y cuantos paisajes perdidos para siempre y cuantos sucesos perdidos en la nada!. Ni la persona menos sensible puede reprimir un profundo espanto ante semejante universicio cometido en nuestro honor.
También para ésto ha encontrado solución el cerebro humano. Es la Creación Discontíuna. Así Dios ha intervenido en el momento incial, y posteriormente sólo en momentos puntuales, cuando hacía falta para guiar la nave a buen puerto, todo lo demás es cosa nuestra. Hay que reconocer que la cosa está un poco traida por los pelos. Le estamos atribuyendo a Dios un comportamiento totalmente humano, lo que por una parte es pecado de soberbia, y por otro nos pone en peligro cierto de terminar teniéndole que dar la razón a Feuerbach, en el sentido de que nuestro Dios es uno hecho a nuestra imagen y semejanza.
Parece pues, que la radical afirmación, Dios Creo el Universo, produce produce huesos que nuestros dientes no son capaces de roer, ni nuestros estómagos de digerir. Hay que prescindir, al menos de momento, de tan incómodo axioma y plantearnos las cosas de otro modo.
Lo que si es cierto es que algunas cosas, seguramente todas las cosas, no sugiere la existencia de algo más de lo que vemos. Parece deducirse de lo que vemos y de lo que sabemos, que el Universo es tendencial, no determinado sino tendencial. Que a lo largo del todo el tiempo sobre el que podemos investigar, con permiso o tal vez incluso con la complicidad de la segunda ley de la termodinámica, se han venido desarrollando entes de creciente complejidad, nosotros somos buena prueba, la mejor prueba de ello, y que ese proceso no ha llegado a su fin. El universo hace algo, algo por si mismo quiero decir, se comporta como una unidad. Una unidad de la que formamos parte nosotros, y todas las demás cosas, que no es estática sino dinámica. Parece existir un "elan", un impulso vital del que participan todas las cosas. Desde que podemos saber esa unidad ha estado estrujando las masas de particulas energéticas produciendo entidades cada vez más complejas, complejas en el sentido de ser cada vez más capaces de hacer nuevas cosas, que a su vez generan el deseo de nuevas acciones. Suponer que ese proceso tiene mucho que ver con eso que llamamos Dios, no es una idea descabellada. Más aún, en éste momento en que la materialidad de esas particulas, divinizadas hasta hace poco, se nos están diluyendo en la inmaterialidad, considerar que el Universo en sí mismo es el proceso, nos acerca más a la realidad que cualquier otro posibilidad. Basta dar un pasito más para decir que Dios es el proceso, de donde podemos sostener, sin perder pie, en la medida en que es posible no perder pie en éstas cuestiones, que Dios es el Universo, o al reves, para no caer en un abismo panteista, que el Universo es lo que de Dios podemos saber con nuestras actuales capacidades.
Ya no es necesario un Dios Creador, que nos obliga a buscarlo en el pasado, sentado en una nube, sopesando la posibilidad de crear el Universo, o permanecer "in aeternum" sentado en su nube. No necesitamos ya un acto mecánico y externo de creación, por muchas razones, las expuestas y otras no expuestas, dificil de digerir, podemos intuir una generación desde dentro de todas las cosas, una encarnación progresiva y exponencialmente creciente, en el sentido de lo propuesto por Teilhard de Chardin. El punto Omega, el final del camino es otra cuestión. Tampoco tenemos que recurrir ya la Dios Legislador, humano demasiado humano. Podemos rescatar la idea de Dios de los extrarradios conceptuales del Universo, y verlo, los que lo vean, en las cosas que indudablemente participan de ese "elan" sin agotarlo.
Así frente a la expresión "Dios Creo el Universo", podemos decir "Dios es el Universo", y seguramente estaremos más cerca de acertar, sin menospreciar por ello ninguna otra alternativa.
Rafael Ariza.