Blogia
el crónicol

Filosofando

FELIZ NAVIDAD


Por Rafael Ariza Guillén.

Noche de tregüa, noche de armisticio. Esta actualización del superhipermegaconocidísimo villancico alemán, "noche de paz, noche de amor", parece una triste reducción de los valores, un decepcionante recorte de nuestras espectativas. Pero que el ideal de la paz,se vea reducido a una mera tregua, que la manifestación de la energia creativa del amor, no llege más allá de una coyuntural renuncia a uso de las armas, cuando menos, si carece de las ínfulas de la grandeza, del embriagador aroma de los conceptos universales, se sustenta al menos en el sólido pilar del realismo. Menos es nada.

Con amor infinito, ebrios de caridad, con gran placer en esa noche de tregua en nuestra mano está dar una manta y alimento a un pobre, y la noche mágica obrará el milagro, al pobre le quedan ya sólo trescientos sesenta y cuatro días de frio y hambre. ¡Aleluya! Pero menos es nada.

Unos celebraremos en nacimiento de Dios, expresión que nos hemos aprendido de memoria, pero que somos incapaces de entender. Otros, reacios a dejarse llevar del fervor religioso, violentando la evolución de la propia naturaleza humana, celebrarán el solsticio de invierno. Si hace falta una dosis de fe de aquí te espero para asumir lo del nacimiento de Dios, para encontrarle un sentido real para nuestras vidas a lo del solsticio de invierno, con toda la fe del universo no hay bastante. Pero todos estaremos de acuerdo en que ese día, lo que quiera que sea lo que signifique, es una fiesta. Estar de acuerdo en eso es algo, y algo es más que nada.

Compraremos, consumiremos, comeremos, cantaremos, beberemos, daremos, recibiremos, gritaremos y rezaremos, nos alegraremos y nos enfadaremos. En torno a la mesa de los dulces y las hierbas amargas, nos felicitaremos la Pascua y nos haremos la "pascua". Ya se sabe lo que son muchos parientes y contraparientes juntos. Pero estaremos juntos para bien, y eso es mucho más que nada.

Dosmil años después de aquella noche como todas las noches, en aquella ciudad como todas las ciudades, donde nació un niño como todos los niños, cometeremos el error, repetido dos mil veces desde entonces, así sómos de cíclicos los seres humanos, de creer que la navidad es un día, y los demás días no son navidad. Un trescientassesentaycincoava parte de todo, es algo más que nada.


Pero como Dios, quien quiera que sea, desde antes del principio de los tiempos siempre ha escrito recto con reglones torcidos, y creo que piensa seguir haciendolo por los siglos de los siglos, y asume que al ser humano le pase lo mismo, nos dejará hacer nuestros casi nada y incluso no hacer ni siquiera eso y por toda respuesta, repetirá su insignificante acto de intrusismo en la historia. Solo un acto, y un acto muy pequeño además, muy poquito muy poquito, un acto débil, incierto y expuesto a todos los peligros, casi nada. Pero un casi nada que lo contiene Todo.

EL BUSCADOR, EL AVARO Y EL COLECCIONISTA

Rafael Ariza Guillén.

Durante mucho tiempo he sentido, hoy debo decir sentí mucho interés por el coleccionismo. Se puede coleccionar casi todo, y casi todos pueden coleccionar. Unos coleccionan durante un tiempo y lo dejan después, otros coleccionan toda la vida. Es posible que incluso haya algunos que no hayan coleccionado jamás. Por lo común es la infancia la época de la vida en la que nace el coleccionismo. Se acumulan cosas de poco valor, no por otro motivo que por las lógicas limitaciones de la infancia, y se encuentra en ello una satisfacción intima, un gozo extraordinario, un bienestar que no parece fácil de explicar. El tiempo selecciona y madura y aquel gozo que se encuentra en la acumulación, en la clasificación, en la posesión, en el fondo en el dominio de aquellas cosas, las que quiera que sean, o bien se pierde o se perpetua por toda la existencia.

Que hay detras de ello, no es algo fácil de determinar. Un buen dato para llegar a una conclusión es que es en la infancia donde se desarrolla ese interés por las cosas físicas, en sí mismas.
Coleccionar implica siempre una busqueda, una busqueda en realidad indefinida, de no se sabe que, pero de algo que indubablemente se desea, y el gozo de poseer el objeto, primero y los, en plural, acumulación, objetos después, implica que esa actividad es suficiente para satisfacer la busqueda emprendida. La acumulación, así, no es fin sino un medio para un fin mucho más personal. En realidad lo que busca el niño que colecciona es lo absoluto, lo absoluto con o sin mayuscula, personalmente creo que con mayúscula. Y los objetos son la forma de contactar con él, de ahi ese tan especial gozo que procude la acumulación-colección. Pero es un gozo inmaduro porque el contacto así concebido con lo Absoluto es también inmaduro. Es natural en los níños, es lo propio de los niños la inmadurez, pero la cosa cambia con los adultos.

El padre Teilhard de Chardin, en el epígrafe "la llamada de la materia" de "El Corazón de la materia", me descubrió este interesante aspecto de la psicología del ser humano, y de todo otro ser que coleccione. Allí escribió, "La consistencia, ese ha sido para mí indudablemente el atributo fundamental del Ser.Detenida prematura y estérilmente en su crecimiento, es, supongo yo, esta aprehensión inicial de lo Absoluto bajo la forma de lo Tangible, la que produce, por enanismo, al avaro...al coleccionista".


Resulta pues, ésta es nuestra psicología, que todos somos buscadores, y es el progreso en esa busqueda, lo que va determinando nuestra maduración. No hay realmente un punto de inflexión, ni un punto sin retorno, el proceso es progresivo, simplemente. Si progresamos adecuadamente aprendemos a buscar mejor, y aprendemos a comprender mejor que es lo que buscamos. Pero nadie nos garantiza el éxito, no es una historia ya escrito, sino que es un futuro que nosotros, yo y todos los demás, individual y colectivamente a la vez, vamos desarrollando, desenrrollando. El avance, la progresión, la maduración, discurra por caminos anchos o estrechos, se escriba con renglones rectos o torcidos, nos acerca a la meta, cuidado, sólo nos acerca a la meta, nunca nos lleva a ella, al menos por el momento. Los parones en el camino, los frenazos en el crecimiento, la frustración por "enanismo" de ése vector que sómos lanzado al infinito, produce las formas incompletas del ser humano. Son los que se detuvieron en un punto del camino y no siguieron más adelante. Los que dijeron "no puedo más y aquí me quedo". Los que quedaron incompletos. Los inmaduros, o para decirlo de manera más precisa, los que no han madurado todavía proporcionalmente a sus talentos.

El coleccionista que fui a dejado de tener gusto por las cosas coleccionables, porque ha aprendido que son solo una manifestacion incompleta de lo verdaderamente gozoso y desesable. jala, Dios quiera, esté de Buda, que no me afecte el enanismo de tal forma que me convierta en un avaro, máxima degradación del coleccinista, y sin embargo, subespecie formalmente tolerada o temida por la sociedad, apariencia respetable del síndrome de diógenes.