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el crónicol

elecciones 2008

UN MODELO DE FAMILIA OLVIDADO

   

                                    Por Rafael Ariza Guillén.

 

                                    Los partidos políticos que concurren a las próximas elecciones, y muy especialmente el del Gobierno, que tanto pretende haberse distinguido en aras del progreso y la libertad, en la defensa de la “normalización” de todos los modelos de familia, han olvidado, postergado despreciado y abandonado flagrantemente un modelo de familia que reclama no solo reconocimiento como los demás, sino el mayor respeto y apoyo institucional y social. Es la familia monoparental sin hijos.

 

                                    Se trata de un modelo familiar tan válido como cualquier otro, ante cuya problemática especifica no puede permanecer insensible una sociedad avanzada y progresista, y sin embargo por desgracia así es. La incongruencia de nuestros gobernantes llega en éste tema al paroxismo. En los textos de la asignatura de educación para la ciudadanía no se hace ni una sola mención a la familia monoparental sin hijos, como si no existiera, y eso que incluso esos textos llegan a mencionar, aunque sea como residuo histórico, a la familia tradicional católica, pero a la monoparental sin hijos en ningún momento. ¿Un olvido o una maliciosa discriminación?

 

                                    No me vengan con la objeción de que al estar constituida por una sola persona no puede ser una familia. Si la familia tiene su fundamento en el amor, y todas las formas de amor son igualmente respetables, porqué entonces esa discriminación del amor propio, que es el que caracteriza a éste modelo familiar. O si se quiere decir de forma más poética, que tiene de malo el amor platónico como fundamento de la familia. Tampoco jurídicamente se puede encontrar objeción alguna a éste modelo familiar, por otra parte tan extendido. Si nuestra legislación contempla la sociedades unipersonales, porqué no se van a admitir las familias unipersonales.

 

                                    Nuestros gobernantes deben superar lo hecho hasta ahora en política familiar. Cuando se abre el melón, hay que comérselo entero. Si  nuestra sociedad ha abierto sus miras a todos los modelos familiares, la familia unipersonal no puede quedar fuera de la protección jurídica del Estado. Al fin y al cabo la familia unipersonal es la más básica de todas, la más nuclear, y la más democrática porque es la que está al alcance de más gente, digo más, está al alcance de toda la gente. ¿Qué puede haber más justo y democrático, más social y más de todo?

 

                                    Yendo a las cuestiones prácticas, es indudable que la familia unipersonal debe ser considerada, a efectos fiscales, como una unidad familiar. Sin duda es la que más responde al concepto de unidad. Mucho más, por ejemplo, que la convivencia formada por una señora que siempre quiso ser un señor, dos beduinos y una cabra, grupo familiar a todas luces mucho más inestable que la compacta y permanente unidad que forma el individuo consigo mismo. Tal medida debe ser completada con ayudas económicas y sociales de todo tipo a éstas familias, me refiero a las unipersonales no a los beduinos. Y esto debe ser así porque, si bien no existen estudios exhaustivos sobre el esfuerzo económico que conlleva sacar adelante una familia monoparental sin hijos dada la desidia de la que hasta ahora ha sido víctima, las cargas económicas que debe soportar, superan con mucho a las de cualquier otro modelo tradicional o pintoresco. El individuo-familia tiene que salir a buscar fuera lo que no tiene en casa. Así una considerable parte del presupuesto familiar se consume en amigotes o amigotas a los que hacer confidencias tomando una copas, en psicólogos carísimos que les ayuden a enfrentar los rigores de la soledad, o en servicios de compañía o prostitución. En suma un importantísimo desembolso económico que, no nos engañemos, pocas economías familiares podrán resistir a medio plazo sin ayuda pública. Tal problemática no se da en las familias pluripersonales en las que sus miembros siempre pueden, y deben, prestarse ayuda mutua. Pero el individuo-familia ésta sólo.

 

                                    También son precisas, y es urgente que los políticos se conciencien de ello, medidas de carácter social o asistencial. La familia unipersonal puede sufrir una crisis como cualquier otra familia, y en su caso además es mucho más grave. Tener una crisis uno mismo con su misma mismidad, puede llevar a consecuencias gravísimas. No se tome la cosa a broma que es muy seria. Cuantos casos de autolesiones deberían ser considerados violencia doméstica y no lo son por un prejuicio absurdo. Y cuantos casos no habrá de violencia psíquica en las familias monoparentales sin hijos que jamás saldrán a la luz que el Estado no se interesa de ellos. Ser victima de maltrato físico o psíquico en el ámbito familiar es ciertamente terrible y cuantas medidas se adopten para erradicarlo son bienvenidas, pero qué pasa cuando una sola persona es al mismo tiempo la victima y el agresor, ¿no sería lo oportuno que todo el aparato del Estado se volcara en ayudar en situaciones tan sórdidas? Pues bien, es Estado no hace nada.

 

                                    Basta ya de incoherencia, de demagogia, de hipocresía. Señores socialistas, si van ustedes a gobernar otra vez, en ese supuesto caso quiero decir, no dejen el trabajo a medias, acaben lo que han empezado, lleguen a las últimas consecuencias de sus propios planteamientos. La familia-familia es el individuo, ¿no?, pues no lo tengan tan abandonado. Abórdese de una vez el problema en su raíz y presten la protección jurídica y social a la célula fundamental de la sociedad, a la familia por antonomasia, sostén y contribuyente insustituible del Estado, consumidor, votante, moldeable, sufrido y manejable, den un paso más y proclamen sin complejos al individuo como único modelo familiar válido en una sociedad verdaderamente libre y progresista.

 

                                    De una vez por todas las cosas claras. ¡Familia unipersonal, protección integral!